martes, 20 de noviembre de 2007

Arrancar la piel

RUTH TOLEDANO
La llegada a Madrid de Rebecca Aldworth fue una bocanada de aire fresco. En un miércoles agitado por un viento sorpresivo aunque al fin invernal, se diría que la directora en Canadá de The Humane Society traía consigo temperaturas árticas. Pero mientras Matilde Figueroa, responsable de Prensa de la Fundación Altarriba, y yo misma nos encogíamos de frío por Cedaceros, Aldworth se encaminaba hacia el Congreso acariciada por lo que, sobre la piel desnuda de sus brazos, aparentaba una agradable brisa de verano. Hay quien la considera un ángel. Y pudiera serlo: una cortina de pelo rubio y lacio cae a lo largo de su espalda sin invadir jamás la tersura de su sonrisa, y camina decidida, pero con una levedad que parece aprendida de pisar por el hielo y acostumbrada a una suerte de ubicua clandestinidad. Viene de un infierno que no es negro y ardiente sino gélido y blanco. Cada año desde hace nueve, y con el objeto de documentarla con su cámara, Rebecca asiste a la matanza de bebés foca en la costa este de Canadá. Durante los últimos tres años, más de un millón de crías han sido asesinadas para arrancar su piel con una crueldad de la que Aldworth es testigo. Desde una zódiac, poniendo en peligro su pellejo frente a la intimidación de las autoridades y las violentas amenazas de los cazadores, asiste en la escena del crimen a una carnicería que le ha robado para siempre el sueño. No lo aparenta. Su aspecto saludable exhala una belleza cuyo origen se sospecha de naturaleza moral.
La otra noche, en ese producto de consumo televisivo que la Cuatro ha titulado Supermodelo 2007, las supuestamente guapas concursantes llevaron a cabo un desfile con pieles. Una belleza robada, inmoral, cuya procedencia deberían conocer productores, diseñadores, directivos de la cadena, anunciantes y espectadores. Rebecca Aldworth la conoce (cualquiera puede hacerlo en www.protectseals.org): las crías de foca indefensas, de entre dos semanas y tres meses de vida, son asesinadas a golpes y arrastradas de un gancho antes de ser desolladas. Sin embargo, y según informes de veterinarios independientes en el 42% de los casos no existe prueba suficiente de daño craneal que garantice que estuvieran inconscientes o muertas en el momento de la desolladura. O lo que es lo mismo: a casi la mitad de esos bebés se les arranca en vivo la piel que después adornará los cuellos de iconos de las pasarelas de la moda, de respetadas personalidades de la vanidad social o de fútiles concursantes de televisión.
La visita de Aldworth tiene como objetivo pedir al Gobierno que rechace el mercado de productos de foca, algo que ya han prohibido Holanda, Austria, Bélgica, Croacia, Italia, México o Estados Unidos y cuyo proceso está en marcha en Reino Unido, Francia y Alemania. La Unión Europea aprobó en 2006 una resolución histórica que solicitaba la prohibición de productos de foca, con el apoyo récord de 425 miembros del Parlamento Europeo (entre ellos, muchos españoles), y la Comisión Europea está valorando los aspectos de esta cacería; sus conclusiones podrían conllevar una prohibición global en la UE. También en 2006, el Consejo de Europa aprobó un llamamiento a los 46 países miembros para que promovieran esta prohibición y el diputado Francisco Garrido, de Los Verdes (Grupo Socialista), ha presentado por segunda vez al portavoz Diego López Garrido una Proposición No de Ley para su debate en el Congreso.
El frío miércoles pasado, el Ministerio de Medio Ambiente garantizó a Aldworth y a Figueroa que su informe sería favorable ante Comercio, aunque no se comprometió a una acción para prohibir la matanza de focas. Altarriba (www.altarriba.org) realiza una ronda de contactos parlamentarios para recabar apoyos a una ley deseable antes de las elecciones. Sería un gesto en protección animal que dignificaría a este Gobierno y lo situaría una vez más a la cabeza del progreso mundial. Quizá Aldworth recuperaría así parte de su sueño y el frío nos parecería una brisa estival. Una brisa moral.

sábado, 8 de septiembre de 2007

"Kale borroka"

RUTH TOLEDANO
El cantante Joaquín Sabina publicó hace unos días en este periódico un panegírico del matador José Tomás en el que dice así: "Estuve en la Monumental, del brazo de Serrat, soportando en trance la kale borroka antitaurina la tarde de su ruidosa reaparición". Como el cantante Sabina tiene (o quizá tuvo) muchos seguidores de sus letras y comparte con el matador de Galapagar mucha cobertura mediática (el panegírico ocupaba una página completa, a la que hay que sumar las que ocupa el profuso seguimiento de las actividades de ése y otros matadores), conviene responder a su atrevimiento: su fama no puede justificar su, llamémosla, confusión ni ser carta blanca frente a los lectores. Sabina define la protesta antitaurina como kale borroka, lo que significa confundir con violencia el derecho constitucional de manifestación y concentración ciudadanas. Sorprendente. La kale borroka, tal como la entiende nuestro imaginario común, persigue la desestabilización del sistema a través de la agresión callejera y el enfrentamiento incontrolado: quema de mobiliario público, rotura de escaparates, vuelco de autobuses, lanzamiento a las fuerzas policiales de objetos contundentes y artefactos explosivos, carreras, amenazas. En el País Vasco se identifica con la antesala del terrorismo etarra.
La protesta antitaurina, por su parte, persigue el cambio del sistema que maltrata a los animales y se ejerce de forma pacífica, haciendo notar su presencia sin recurrir a la violencia: convocando a los afines, coreando los eslóganes pertinentes, portando pancartas alusivas. Nada que no conozca o practique cualquiera que haya participado de una legítima protesta ciudadana; muchos de los que conocen y apoyan a Sabina, sin ir más lejos. Y nada, ni mucho menos, que ver con el cóctel mólotov que el propio Joaquín Sabina lanzó en Granada contra una sucursal del Banco de Bilbao en 1970 y que le llevó a su romántico exilio en Londres. Sin embargo, yo jamás me atrevería a llamar kale borroka a su lucha antifranquista. Eran otros tiempos y él, un cantante protesta.

En estos tiempos, mal que les pese a antiguos subversivos o a viejos revolucionarios, hay quienes creemos que debemos seguir luchando. Ya no contra el Proceso de Burgos, gracias a tantos que lo hicieron valientemente antes que nosotros, pero sí, entre otras causas, contra lo que también consideramos procesos: los que se abren y cursan contra los animales. Injustos, porque los procesados son inocentes, y extremadamente crueles, dado el sufrimiento que se les inflige. Si el dictador fue antaño la ruindad que nos acompañaba fuera de nuestras fronteras, hoy es la taurofilia lo que horroriza y provoca desprecio. Nuestra mayor vergüenza. Acosar y torturar a un animal hasta la muerte no tiene justificación moral ni puede confundirse con el arte. Dice Sabina que sólo le queda una adicción: el matador José Tomás. Habló con propiedad. Porque, como bien sabemos, toda adicción genera, en mayor o menor medida, violencia hacia los demás: la adicción alcohólica destruye familias y hace correr mucha sangre (cuánto crimen machista viene anegado en sol y sombra), la adicción cocainómana levanta la mano y deja caer golpes sobre lo que encuentra cerca (cuánto bebé maltratado es su escalofriante víctima). Aunque, en última instancia, el alcohólico o el cocainómano puede quedarse solo con ella, con su adicción. Por su parte, la adicción taurófila convierte a los toros en sus víctimas, pero además las necesita para persistir. Y trata de sublimar su dolor (lo sabotea, lo ignora) con poéticas sobre la sangre. Una egoísta y perversa adicción.

Los antitaurinos estamos en contra de ese abuso, sencillamente. Y la taurofilia española va más allá del coso estrella. A su alrededor se producen cientos de festejos populares donde se maltrata a toros y vaquillas que son quemados, ensogados, rajados, cegados, destripados, ahogados. En Tordesillas (Valladolid), y con el beneplácito institucional y mediático, el tristemente célebre Toro de la Vega es alanceado hasta la extenuación y la muerte por hombres que lo persiguen a caballo. Pero la víctima de este año, de nombre Jaquerito, no estará solo. Como en años anteriores, el próximo domingo día 9 muchas personas llegaremos allí en autobuses a protestar, legítima y pacíficamente, contra ese terror. Y cada vez somos más (de ahí la campaña del cantante Sabina y los suyos). Aunque la policía tenga que protegernos de los insultos, de las amenazas, del lanzamiento de objetos contundentes, de los agresivos infiltrados. De la kale borroka taurina.
Publicado en El País 07/09/2007