martes, 15 de julio de 2008

JANE GOODALL: Otra manera de pensar

Estimados lectores:

Os escribo tras un recorrido que incluía Tanzania, Uganda, Sudáfrica y Congo, pero que he debido acortar debido a un pequeño accidente que afectó mi hombro y algunas costillas. Preparando ya mi próxima visita a España, deseo retomar un tema sobre el que debemos reflexionar, en relación con la ética y la protección de los derechos de los animales en general: el campo de la experimentación.

Nos han hecho pensar que la mayoría de los avances médicos son producto de la investigación con modelos animales. En realidad, un estudio minucioso del tema, incluyendo estudios de la historia de la medicina, ha demostrado que incontables avances han sido posibles debido a la observación clínica de pacientes humanos y a la investigación epidemiológica. Se han utilizado animales para probar los procedimientos y drogas sólo porque es exigido por la ley.

Las pruebas en animales frecuentemente no son útiles para hacer avanzar la medicina humana debido a diferencias con nuestra biología, incluso respecto de nuestros parientes biológicos más cercanos, los chimpancés, cuyo ADN difiere del nuestro por poco más del 1%. Por ejemplo, aunque el retrovirus para el VIH (1 y 2) vive en la sangre del chimpancé, estos son modelos pobres para comprender el VIH-Sida en humanos (ellos no desarrollan todos los síntomas del Sida).

Hay muchos ejemplos de productos que, aunque no hicieron daño a una variedad de animales que sirvieron como conejillos de Indias, fueron nocivos para las personas posteriormente. Al mismo tiempo, hay algunas drogas beneficiosas que en principio no fueron aplicadas a humanos porque hacían daño a los animales durante el período de test.

Mucho se ha hecho para desarrollar alternativas a la experimentación con animales, como por ejemplo cultivos de células, tejidos y órganos, simulaciones por ordenador, entre otras. Desafortunadamente, incluso cuando tales alternativas están disponibles, han demostrado ser más efectivas y eficientes a nivel de costo y han sido aprobadas por la agencia gubernamental responsable, muchos científicos son reticentes a usarlas. Después de todo, los técnicos y científicos han sido formados en procedimientos con animales. Y, además, la experimentación animal es un negocio de millones de euros.

Hoy día, los científicos buscan desesperadamente las causas y curas de enfermedades terribles tales como el mal de Parkinson (que afectó a mi madre) y la esclerosis múltiple. A medida que nos adentramos en el siglo XXI, debemos desarrollar otra manera de pensar.

La mayoría de los experimentadores afirman que siempre será necesario usar animales para ciertos procedimientos, pero que usarán los menos posibles y los tratarán de la mejor manera posible, dado que ahora comprenden el sufrimiento causado tan a menudo. Yo creo, en cambio, que deberíamos admitir que producir sufrimiento en seres sensibles es éticamente problemático, y que el maravilloso cerebro humano debería ponerse a trabajar en encontrar nuevas formas de probar y experimentar que no impliquen el uso de seres vivos sensibles.

El establishment científico debería alentar activamente tal tipo de investigación, deberían destinarse a ello más ayudas financieras, y deberían darse premios como el Nobel para recompensar tal labor. Es un objetivo que merece una gran inversión de energía e ingenio científico. Es un objetivo hacia el cual todas las naciones civilizadas deberían estar encaminadas.

Fuente: elmundo.es